Que los poetas mientan...

Que los poetas mientan...
Total, para que sirve esta verdad...?

Quien te dijo que existo...?

miércoles, 23 de julio de 2008

Las enemigas naturales de la Luna



—Perdón, Poc. ¿Le puedo hacer una pregunta?
—Sí.
—¿A cuánto queda la Luna?
—¿De ahí donde usted está parado o de dónde estoy yo?
—A ver, déjeme pensar…
—…
—…de donde estoy yo.
—¿Usted quiere saber en horas o en libras esterlinas?
—Bueno, yo había pensado en kilos, pero me da lo mismo.
—Yo calculo que a unos quince litros.
—¿Litros por segundo o por minuto?
—Por kilo, ¿por qué?
—Estaba tratando de calcular el tamaño en relación con el Sol.
—¿Por qué le preocupa eso?
—Es que, en caso de que la Luna se caiga, quisiera estar seguro de que lo haría en dirección al Sol y no en dirección a mi casa.
—Podríamos pensar que es la Tierra la que se va a caer encima de la Luna.
—Perdón, no entiendo el vuelco de su razonamiento.
—Es que, siendo la Tierra más grande que la Luna, la que saldrá lastimada será ella y no la Tierra.
—Sí, pero… ¿qué pasa si soy yo el que se cae encima de la Luna? Siendo tanto más pequeño ¿no seré yo el más lastimado?
—En ese caso sí ¿ha notado alguna tendencia a caerse hacia arriba?
—Bueno, no es exactamente eso, pero la semana pasada me cansaba al subir tres pisos por escalera… y, ayer, subí seis pisos como si nada.
—Caramba…
—E iba con una bolsa cargada de naranjas, quizás unos 3 kilos.
—¿No serán las naranjas las causantes de su ingravidez o, mejor dicho, las que lo vuelven más atractivo para la Luna?
—No lo había pensado… déjeme ir por un par y hacemos un experimento (entra a su casa).
—…
—(Regresa con dos naranjas) …veamos, Usted debe controlar, primero saltaré sin ninguna naranja ¿quiere tenerlas, por favor?
—Prefiero no hacerlo hasta no estar seguro de que ellas no son las causantes.
—Lo comprendo. Las dejaré en el suelo… (deja las naranjas).
—…
—(da un salto) ¿Cómo estuvo?
—Normal, yo diría que un salto común y corriente.
—De acuerdo, ahora veamos con una naranja (la toma)
—…
—(da otro salto) ¿Y ahora?
—Bueno, no quiero asustarlo, pero casi le podría asegurar que fue un poco más alto.
—Qué terrible. Y yo, cargando naranjas como nada. Sigamos con la que falta (la toma).
—…
—(da otro salto).
—¡No puedo creerlo! Fue evidentemente más alto. Se confirma mi hipótesis.—(apoya una mano en el hombro del señor Poc) Estimado amigo… le debo la vida, jamás hubiera sospechado que por las naranjas estaba siendo atraído por la Luna.
—¿Usted cree que a la Luna le gusten las naranjas?
—Quizás no sea que le gusten, pero tenga poder sobre ellas.
—Tal vez las naranjas son a nosotros, lo que los anzuelos a los peces.
—¡Qué horror! Si no hubiera sido por su oportuna intervención quién sabe, quizás en un par de meses, o días, ya estaría yo flotando, elevándome irremediablemente.
—No quiero alarmarlo pero… ¿ha comido mucha naranja últimamente?
—Tiene razón, sí: como postre, en jugo, en ensaladas de frutas, en mermelada, pato a la naranja, lomo de cerdo a la naranja… creo que estoy en peligro. Ya no queda nada por hacer…
—No desespere, debemos pensar algo. Tiene que haber alguna solución…
—¿Ponerme pesas en los pies? No, sería peor, por un lado me atraería la Luna y por otro me sostendrían las pesas. Moriría descuartizado.
—No, estaba pensando en otra cosa… Debemos contrarrestar el efecto de las naranjas. Las naranjas, el color naranja en sí, Usted sabe, está formado por…?
—La combinación de rojo y amarillo.
—Que son colores cálidos ¿cual es el color frío opuesto a esos?
—El azul.
—¡Perfecto! ¡debe comer cosas azules!
—Nuevamente me sorprende, es brillante. Veamos, debo comer cosas azules, pero no cualquier cosa, sino frutas azules. Eso es, frutas azules… ¡Las uvas!
—Exacto. Las uvas son las enemigas naturales de la Luna.
—Por favor, acompáñeme al mercado a comprar naranj… perdón, quise decir uvas, fue un lapsus.
—No. Aún está en su poder y lo estará por un tiempo. Las naranjas lo tentarán de manera irresistible y sentirá que las uvas son feas o malintencionadas, sucias. Debe cuidarse.
—Tiene razón, le juro que comeré uvas aunque muera aplastado contra la Tierra por su peso.
—No, las uvas son buenas. Ellas nunca le harían eso. No permita que se filtren pensamientos negativos ¿Quiere flotar disparado hacia la Luna?
—Por supuesto que no.
—Entonces recuerde que, las uvas, son las enemigas naturales de la Luna. Dígalo.
—Las naranj… ¡oh, Dios! ¡de nuevo!
—¡Inténtelo! ¡Usted es más fuerte que las naranjas!
—(con mucha dificultad) Laa…as uuvvvass… ¡oh, siento que me hierve la sangre!
—¡Siga, siga! ¡no se rinda!
—… sssoonnnn lass ennemmmigggass… natturales… dddee la Luuunnaa.
—¡Bravo! Ahora vayamos al mercado.
—¡Quiero una naranja! ¡por favor! ¡quiero ir a la Luna!
—No se rinda amigo, vamos al mercado por uvas.
—¡Agh! ¡qué asco! Pero tiene razón, vamos por uvas antes de que sea demasiado tarde.






Luis Maria Pescetti




Arlekyn

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